Glorieta de Cuitláhuac

La Glorieta de Cuitláhuac mantiene la distinción, no solo de ser la décima glorieta de las diez glorietas de Reforma, sino de ser simultáneamente la más mexicana, y quizás la más olvidada a pesar de que nadie se atrevería a cuestionar  el lugar que Cuitláhuac sigue ocupando en el imaginario mexicano. Fue el penúltimo emperador, hermano de Moctezuma II y el vencedor de la noche victoriosa. Así que en este monumento uno puede ser testigo de la contradicción de la modernidad de la ciudad, un monumento que se yergue orgulloso pero a la sombra de la incomprensión y el olvido. No obstante, al menos Cuitláhuac está a salvo del trato indignante otorgado a las esculturas de Indios Verdes.

Que el Paseo de la Reforma termine con esta glorieta dando paso a las calzadas gemelas de nombres católicos, Calzada de los Misterios y Calzada de Guadalupe, sólo parece intensificar la lucha de los chilangos contemporáneos con su identidad.

La base de la pirámide del monumento fue obra del arquitecto Jesús Aguirre. La desafiante escultura de bronce es de Ignacio Asúnsolo, quien es mejor conocido por el Monumento a Álvaro Obregón ubicado en el Parque de la Bombilla. Aunque su homenaje a la familia Proletariot puede ser una de sus obras más sobrias y accesibles. Este monumento fue inaugurado al inicio de la ampliación de Reforma hacia el suroeste. El proyecto se completó en 1976.

La Glorieta de Cuitláhuac se ve cuando la gente se dirige hacia el mercado de antigüedades de los domingos en La Lagunilla. El comercio regular de micheladas callejeras y refrigerios similares de la zona también atraerán a los visitantes que no van los domingos. Como la foto lo revela, el monumento también marca el borde este del enorme barrio Nonoalco-Tlatelolco. No te pierdas el llamativo Jardín de Santiago, quizás la obra menos mariopaniana de Mario Pani. Está en el borde noroeste de la glorieta.