Fotografías: Tania Victoria/ Secretaría de Cultura de la Ciudad de México
Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0)
A la Plaza Garibaldi, mucho más que a ninguna otra de la Ciudad de México, se le puede hacer justicia con tan solo una fotografía.
Es sencillamente imperdible para cierto tipo de viajes a la ciudad. El relato estereotipado en la tradición mexicana hace que el arribo a la plaza deba ocurrir en las primeras horas de un nuevo día o por lo menos después de la medianoche. Hay que estar preparado para rebasar el límite común de consumo alcohólico. En otras palabras, se espera que quien llega a Garibaldi ya esté borracho, alineado con los etílicos espíritus, para que pueda lamentar las pérdidas, traiciones, dolores de cabeza, especialmente aquéllos relacionadas con el amor. Un músico apropiado facilitará la operación por una modesta cuota.
Por supuesto, es útil conocer la letra de estas canciones y algunos de los visitantes extranjeros conocerán más de una. Las amistades mexicanas, probablemente, podrán ayudar a explicar o traducir otras. Pero van a coincidir en que no se puede traducir la profundidad y el significado de la pérdida.
Para cualquier persona, en cualquier época del año y francamente durante todo el día, Garibaldi es un placer y es uno de los lugares más visitados en la ciudad por los turistas.
La Plaza Garibaldi se encuentra en la intersección de los barrios del Centro Histórico, Colonia Guerrero al poniente, y La Lagunilla y Tepito al norte y oriente.
La plaza solía ser conocida como Plazuela de Jardín. El nombre cambió en 1871 a Plaza de Baratillo por un tianguis enorme que ocupaba la plaza y las calles aledañas y posteriormente volvió a cambiar en 1921 en honor al nieto de Giuseppe Garibaldi. José “Peppino” Garibaldi participó 10 años antes, en 1911, con las fuerzas de Madero en Chihuahua durante la Revolución Mexicana.
Según la leyenda, alrededor de 1923 una cantina llamada Salón Tenampa abrió sus puertas bajo la dirección de un comerciante que había llegado de Cocula, Jalisco quien contrató al “Marichi Coculense” para que tocara en la cantina. Desde entonces, la plaza ha sido un hervidero de música tradicional y popular para la gente de la ciudad. Siempre ha habido una inclinación particular hacia el estado de Jalisco que se explica porque algunos de los comerciantes tienen este estado como lugar de nacimiento. El Museo del Tequila es el ejemplo más reciente.
Durante décadas, la plaza ha visto ir y venir oleadas de locales nocturnos. Desde la “era dorada” de los años treinta del siglo XX a los años cincuenta, fue un hervidero de pabellones y salones de baile de la vieja escuela. Muchos han sobrevivido de una forma u otra en las calles circundantes. Y muchos siguen palpitando, más allá de la plaza en la Calle República de Honduras.
El Mercado San Camilito en el lado norte de la plaza es uno de los pocos mercados públicos abiertos las 24 horas. Si llegas tarde, también encontrarás aquí comida, sobre todo jaliciense.
El Capital Bus para en Eje Central y continúa hacia el norte en dirección a la Basílica de Guadalupe. Es parte del circuito “Templos-Basílica” de esta línea que parte desde el Zócalo.
Cercano a 0.02 kms.
Cercano a 0.06 kms.
Cercano a 0.11 kms.
Una parada importante para el Turibús y el Capital Bus, es más que eso...
Un símbolo inconfundible de la Basílica.
El museo principal en Plaza Garibaldi es perfecto para la escena callejera que siempre sucede afuera. Un favorito para generaciones de cantantes.
Presidiendo la Avenida Balderas como un manantial de historia, la Iglesia de Hipólito Viejo todavía toca una cuerda sombría.
Es la primera apuesta para llegar a la Villa temprano y fácil, está a sólo dos cuadras al sur.